lunes, 20 de agosto de 2007

Llovía en la carnicería

Llovía en la carnicería
y las medias reses corrían el riesgo
de pescarse una pulmonía.
El carnicero trajo un paraguas
insuficiente
y se reía con un pariente por un chiste
que le había contado un cliente.
Sufría la esposa del carnicero
porque el cenicero se le moría
de tanto aspirar cenizas
y la risa de su marido y su pariente
le resultaban insoportables.
Un esguince de cornisa tenía la casa
y toda la lluvia se derramaba
sobre las medias reses,
el carnicero,
el pariente,
el chiste del cliente,
el cenicero
y la señora que veía
cómo se moría la tarde.

Jorge Luis Estrella

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