Un albatros campesino me salvó de no nacer,
me dio de mamar una lobita marina chueca
y una mariposa constipada
me puso un chupete en la boca.
Mi nombre, Gretchen, surgió del pico alegre
de un papagayo alemán.
Una lampalagua vizca me regaló un sonajero.
De la mano de una anguila soñadora
aprendí a dar los primeros pasos.
y un perezoso hiperactivo
me obsequó una muñeca a la que llamé Mimí.
Un elefante arrepentido me dio mi mejor baño
con su trompa rugosa
y un zorzal stressado me arrulló con su chillido.
Un cocodrilo tímido me besó en la mejilla izquierda.
Un oso hormiguero altruista juntó hormigas para mí
y un lagarto desprevenido
me llevó al cine a ver Casablanca.
Un murciélago vidente me dio clases de canto,
una tortuga triste me hizo llegar tarde a la primaria
y no hice la secundaria por culpa de un erizo enamorado.
Un cisne histérico me enseñó a sonreir.
Comí empanadas y contemplé paisajes mientras viajaba
en la joroba de un camello bastante dromendario.
Un águila viuda trajo cielo de las altas cumbres
y lo depositó en mi cama.
Un bicho canasto me enseñó computación
y bailé con un colibrí la danza del vientre.
Un ejemplar macho humano de ojos castaños
me hizo el amor
y albergué una entrañable niña en mis entrañas
pero una hiena enferma nos tragó una tarde
justo cuando cruzábamos la piel del verano.
Jorge Luis Estrella
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