Ella me dio su zarcillo y su solera
y yo mi última duda y mi mejor recuerdo.
Se fue después caminando por un sendero de ogros
y yo me quedé solo abrazado a su solera
con el brillo del zarcillo en la repisa.
Sobre la cama sormían los perros
un sueño de pájaros azules
y no quise molestarlos con mis penas
así que me fui por un sendero de sirenas
para ahogarme de una vez por todas.
Pero me rescataron las algas del silencio
con sus manos de azúcar y nostalgias
y me llevaron a un lecho de frutillas
donde dormí tres años y dos días.
Al despertar la vi a ella al lado mío.
Había venido a devolverme la duda y el recuerdo
porque, según dijo, no le servían para nada.
Yo, en cambio, me quedé con su zarcillo, su solera,
mi duda, mi recuerdo y tantas cosas
que si alguien me dice que estoy solo
me le muero de risa
en la cara.
Jorge Luis Estrella
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