Con el correr del tiempo,
yo correré la vida hacia un costado
y dejaré que la muerte ocupe el centro.
Serán días de pánico y zozobra,
de luto adentro y afuera de la casa,
los buitres volarán junto a mi oreja
y los gusanos paladearán su picnic
por si quedan restos del cadáver.
Alguien leerá algún poema mío
acerca de los nichos y las lápidas
y los perros lamerán huesos sin nombre
o con mi nombre escrito en el reverso.
Pero la vida me gritará de lejos
que no todo es carroña, parca y cementerio,
hasta es posible que escuche alguna música
que no sea un requiem sino un vals vienés
o alguna polka o alegre zarabanda.
Y no sería raro que, en el último suspiro,
cuando ya nada se sienta ni tenga más sentido,
cuando la luna desaparezca de la vista,
compruebe que en mi periplo en este mundo,
la muerte, solapada, sigilosa y embustera,
desde siempre y para siempre,
ocupó el centro.
Jorge Luis Estrella
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