sábado, 14 de julio de 2007

¡Era!

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Juan Ricardo Sagardía
Ella era tan buena
era...

Y me amaba tanto
Tanto...
Me amaba...

Un día me enojé
y la mandé al diablo.

Ella me amaba tanto
y era tan obediente
que fue a prostituirse
a los bajos suburbios.

Ella me amaba tanto
tanto como tonta,
y era tan buena.

¡Era!

Juan Ricardo Sagardía
SANTOAMOR

jueves, 5 de julio de 2007

Apocalipsis

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Salvador Pliego

Matusalén, renace tu alma.
Jinetes negros, iracundos, os invocan.
Las siete lunas, los siete rayos,
se desprenden de la noche
y cabalgan cual gigantes en las arcas de la vida.

¡Tierra santa, el hombre a ti te invoca!
Tierra muerta, sepultura y mausoleo.
He aquí la sed de viento, de agua,
de llanto, de lamento.
Aquí el pecado sacudió su hierro.
Aquí la noche sometió al consuelo.
Y la garganta, y la garganta sorda y muda
hincándose en la llama.

Entonces… Entonces la luna…
Me despierto y a mi lado ella.
Aguacate verde y mascarilla, crema agria
que se escurre de su frente a la mejilla.
Plasta y barro y un perfume ocre que descubre la barbilla.
Despeinada, entubada, despintada, demacrada, descuidada…
¡Dios Santo, Apocalipsis en mi cama!

lunes, 2 de julio de 2007

DESEOS LOCOS

09-09-05
Jorge Luis Estrella
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Ni bien apareció la doctora Carlston confieso que un deseo loco se me
paseó por todo el cuerpo. Debajo del blanquísimo guardapolvos
adivinaba yo los morados pezones invitándome a quien sabe qué orgía.
Me la habían recomendado y le conté los extraños síntomas que me
preocupaban desde hacía una semana. No sé qué cara puso pero sí sé
que cara vi. Escapándole al flequillo, unos ojos claros,
inmensamente claros, nariz perfecta, labios carnosos, muy carnosos,
inmensamente carnosos. Me auscultó y mis fantasías se dejaron tocar
con ganas. Luego, como era de esperar, me recetó una extensa batería
de análisis. Cuando volví a verla, el deseo se había incrementado, y,
mientras ella observaba atentamente los indicadores de la sangre y la
orina, yo observaba atentamente su ombligo y su vagina, es decir,
imaginaba verlos a partir de lo que mis ojos registraban. Cuando
levantó la cabeza y me miró comprendí que algo malo pasaba en el
interior de mi organismo pero también comprendí que eso mismo me
inclinaba a desearla todavía más. ."Usted padece del rarísimo
síndrome de Lafiq"- me dijo y agregó que, hace algunos años, el
Doctor Lafiq, obviamente el descubridor de la enfermedad, había
desaparecido misteriosamente. Su melodiosa voz me acariciaba el
lóbulo de las orejas, uno de mis principales puntos erógenos. No
alcancé a asustarme con la noticia porque mi felicidad alcanzó el
clímax cuando agregó que el Doctor Lafiq sólo había preparado a una
persona para el tratamiento de tan poco frecuente mal y era su
discípula y colaboradora, la Doctora Carlston, ella misma. No puedo
estar seguro pero creo que la besé en los labios y en... no, no estoy
seguro, pero en algún lugar la besé o, seguramente no, claro que no y
comenzamos la difícil tarea de combatir al sofisticado virus agresor.
Nos vimos todos los días durante varios meses y lo que más me costaba
era contener la catarata de caricias y abrazos que me venían ganas de
darle. Cuando, por fin, podía considerarme curado, mi mente navegaba
por la sinuosa piel de la Doctora como si fuese el océano soñado y me
dirigí a la Clínica a declararle mi inobjetable amor. Cuando pasé
frente a la mesa de entrada escuché el nombre del Doctor
Lafiq. "¿Apareció?- pregunté casi sin darme cuenta de que estaba
haciéndolo. La contestación que me dieron me dejó noqueado como si
hubiera recibido un directo a la mandíbula. Sin embargo, al entrar al
consultorio de la Doctora que me había salvado la vida, no me importó
saber que ella era el operado doctor Lafiq y le besé los carnudos
labios con una pasión apocalíptica.

Jorge Luis Estrella

LOS CORPIÑOS DE LONG OHNI

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No la conozco, ¿quién es?, nunca la he visto,

¿es un andrógino, una mujer, acaso un hombre?,

¿Long Ohni es una sigla, un siglo o es un nombre?

¿se trata de un súcubo, de un íncubo o de Cristo?.



Ni la he convocado, ni intuido ni previsto

y pregunto, aunque alguien en el grupo se me asombre:

¿será Muestrario algún verbo, algún pronombre?

¿soy el que no la conozco, el que no existo?



¿Escribe, canta, juega al ludo o la rayuela,

tiene padre, madre, esposo, niños,

está inscripta a algún estilo, alguna escuela?



Algo sé, sí que sé, mucho sé, aunque me duela,

sé que es valiosa como piel de mil armiños

y que son estupendamente hermosos sus Corpiños.



Jorge Luis Estrella



¿Qué íncubo y que súcubo supones,

qué andrógino o sibila con bigotes

es el tal elemento con sus dotes

que más parece un delirio de bribones?



A poco le conozco sus acciones,

sus resuellos, sus idas y sus trotes,

de su locura, algunos cuántos brotes

le caben en el mar de sus pasiones.



Pero aquí en el Muestrario se recata

cuando escucha la voz del sonetista

que ve en íncubo o súcubo, doncella



que juega con palabras, las rescata

y así se las ofrenda al gran artista

que todos conocemos como Estrella.



Long



Miércoles. Día de la Bandera.

En Buenos Aires llueve, llueve, llueve,

una trágica tristeza nos conmueve:

es la esperanza que se desespera.



Falta mucho para la primavera,

aunque no nieve nos tapó la nieve,

falta gas, falta Dios, nadie se atreve

a caminar de noche por la acera.



Día Internacional del Refugiado

también es hoy. Del otro lado

la lluvia insiste como obsesionada.



A este paso, si sube la marea,

es muy posible que mañana sea

el Día del Corpiño de la Ahogada.

Jorge Luis Estrella