martes, 22 de enero de 2008

Hablando con mi amor:

El revolcón de la chucha
ya no me duele, mi amor,
solo se me ha roto el fémur
seis costillas y parte del esternón.

Cuando baje la escalera
yo pondré mas atención,
en chocar solo contigo
disfrutando el revolcón.

Menos mal que el periquito
esta caída, no vio,
pues se estaría riendo
y seguro que diciendo,
¡que torpe que está el señor!.

Pues aquí estoy acostado
-hay enfermera, un primor-!,
me pone los ojos tiernos
y así se calma el dolor.

¡Espero con ilusión
cuando tenga que orinar...,!
¡¡maldición!!, no es la enfermera
la que saca a la primera,
mis vergüenzas de mear.

Ha llegado un señor gordo
con cara de boxeador,
y sin mucho miramiento
ha sacado mi instrumento,
y esperando, se quedó.

¿Y así..., quien puede mear?.
No salió nada de orina,
la vejiga, llena estaba
y el liquido molestaba,
cosa fina..., cosa fina.

Apretóme en la barriga
el boxeador susodicho,
¡los ojos se me salían!
como empujaba, ese bicho.

Tanta fuerza hizo el señor
que ¡al fin ! el tapón deshizo,
solo que no fue el orín
lo que este tío tan borde,
sacó del cuerpo de Emilio.

Un plato grande de pisto,
seis chuletas, dos sardinas
todo mojado de tinto,
y al final, medio melón,
un helado, -de turrón-,
un café, copita de Magno,
y una faria -un purito-.

Se marcha el hombre enojado
después de cambiarme el hato,
¡¡me meo!!, dije a la nena
y al momento, solo al rato,
aparece el boxeador
con cara de cabreado,
y en viéndolo de venir
mi cuerpo ya se ha aliviado.

Todo esto sufro, mi cielo,
vergüenza da confesarlo.
¿No podrías tu venir
para verme aquí postrado,
sufriendo malos dolores
como si fuesen de parto,
para alegrar con tu risa
la soledad de este cuarto?.

¡Anda...,dime que si..., que vendrás...,!
Aquí abren a las cuatro.

Emilio Medina M..

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