jueves, 10 de enero de 2008

OCTOSILABOS PARA UN INFELIZ

El personaje al que aludo
fue siempre buen empleado
y ante los ojos del jefe
sabe ponerse inclinado.
La rabia le duele adentro
al saberse dominado
y entonces deja correr
su sueño tan anhelado:
dejar de ser un gusano,
dejar de esconder el rabo
y se imagina el momento
de ser jefe, no mandado
descargando sus rencores
sobre sus propios soldados.

Pero ejércitos no tiene
ni perro tan adiestrado
que haga caso a la consigna
de su cerebro pelado.
Se siente una cucaracha
porque en nada ha destacado:
ni en sus dotes de comando
ni en sus poemas frustrados.

Busca y busca con ahínco
convertirse en ser loado
pero sus grandes esfuerzos
lo dejan desamparado
y es que el suplir con teoría
lo que Natura no ha dado
termina con la autoestima
y el ego muy lastimado.

Pobrecito de este hombre,
el tan prolijo empleado,
que cuando quiere alzar vuelo
termina al fin escrachado.
Para colmo en sus narices
se pasea lo granado
de la poesía que siempre
en su inconciencia ha envidiado
y en sus internos le bulle
un odio tan acendrado
que ingentes son los esfuerzos
por mantenerse centrado.

Y un día quiso la suerte
que se encontrase un estrado
y se subió de inmediato
de prepo y no por recado.
Vino entonces el desquite
del que siempre fue mandado
por madre, jefes y esposa
por tiempo tan prolongado.

Mas de poco le ha servido
el tan efímero grado
pues que en sus filas quedaron
más que soldados, ganado.
Triste vida la del tonto
que quiso ser comisario
y se encontró que en las celdas
no quedaba ni el canario.

Lonh Ohni

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