Hoy adiviné tu hermosa presencia corriendo, libre y salvaje, entre la floresta.
Tu cuerpo desnudo mostraba las turgencias de unos muslos de ébano cuya mera presencia despertó en mí canibalescos deseos de devorar hasta el último y exquisito centímetro de tu cuerpo…
Por eso, hoy, quiero confesar mis locos deseos de saborearte como al más preciado manjar:
¡Te adoro, cerda ibérica!
Manuel Cubero
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P.D.- Dedicado al jamón de pata negra, so malpensados.
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