
Los calambres percibo, ya voy viendo,
señora, que un severo tratamiento
precisa su grave padecimiento:
confíe usted en mí, que de esto entiendo.
No hay dureza, señora, que resista
la terapia que al punto he de aplicarle
para el calambre y el temblor calmarle...
mi amor.. ¡perdón!.. digo: que se desvista.
Y verá usted qué pronto se le quita
ese temblor que inquieto le palpita
sobre esos senos de sin par locura...
¿Está mejor? No hable: no es preciso...
Déjese hacer... Tranquila, ya le aviso
cuando haya terminado con la cura...
Dr. Amor.
Blanca Barojiana
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