Me ofreciste
de tus manos las caricias,
en un día que
llovia a cantarillos;
en tu cara
salieron ciertos brillos
y en tus ojos
del rimel sus malicias.
Un tacon se
rompio de tu zapato,
y tu pie en un
charco lo metiste;
un gran taco
en tus labios lo pusiste
cuando ibas
nadando como un pato.
Yo miraba
admiradote el estilo
que empleabas
nadando por las aguas;
y por cierto,
que perdiste tus enaguas.
Admiraba la
belleza de lo visto
por el charco
y buscado tu paraguas,
me decias:
¡ No te
acerques, que ardo como fraguas !
Emilio Medina M.
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