jueves, 14 de junio de 2007

Mi metida de pata

Jorge Luis Estrella

Bueno, a pedido del público, va mi metida de pata.
Yo tenía una relación con mi madre demasiado
estrecha. Una noche en
que iba a ver a mi novia se puso la llave entre los
senos para no
dejarme salir hasta que terminara de tomar la sopa.
A los dos años de
casado me separé y mi madre se puso mi anillo de
bodas. Todo ésto
sucedía en Villa Carlos Paz. Cuando volví a tener
pareja me vine a
vivir a Buenos Aires y, al ver que nuevamente las
cosas iban
espantosamente mal, comencé a psicoananlizarme. La
terapia despertó
en mí un rechazo hacia mi madre como si todos mis
problemas
provenieran de mi relación con ella. Relación que
corté abruptamente,
hasta le escribí una carta que mis hermanos me
echaron en cara por lo
que la había hecho sufrir. A tal punto que escribí
una obra de teatro
en el que un hijo escribe una carta así y la madre
muere. Pero,
claro, ni bien pasaron los primeros tiempos del
psicoanálisis me
tranquilicé y decidí visitarla. Llego a Carlos Paz y
mi tía me
dice: "Tu madre está muy mal, es muy posible que
tengan que operarla
de urgencia, no la vas a reconocer." No lo pensé más
y fui al
sanatorio donde estaba internada y le pregunté a una
empleada por la
señora de Estrella y me contestó: "Primer piso, sala
12". Entro y me
encuentro con una mujer que no es mi madre. Salgo y
le pregunto a una
enfermera por la señora de Estrella y me contesta:
"Primer piso, sala
12." Confundido, entro nuevamente y comienzo a mirar
a la mujer y a
compararla con la imagen que yo tenía de mi madre.
"La estatura es
parecida, es canosa como mi madre, los pómulos son
muy salientes,
claro, deben estar hinchados, mi tía me dijo que no
la iba a
reconocer." La mujer, a todo ésto, dormía a pata
suelta. Yo me senté
a su lado y comencé a tener miedo de que muriese
durante el sueño y
no se enterara de que yo estaba ahí, perdonándola,
cuidándola,
amándola. La chica de la limpieza entró en la
habitación y me dijo
que le habían dado un fuerte calmante que la iba a
hacer dormir
durante varias horas. Yo seguí sumido en mis miedos,
porque en el
fondo le tenía miedo a mi madre como si me estuviera
tendiendo alguna
horrible trampa para hacerme infeliz. Un médico, al
que yo conocía
muy bien, entró, me saludó y hablamos del calmante
que le habían
dado. Se fue. Yo, ya totalmente convencido de que
estaba con mi madre
me mantenía ahí, firme, cargado de todos los
sentimientos contrarios
que puede tener un ser humano. Hasta que entró un
hombre y guardó en
un placard camisones. "Los camisones de mi madre",
pensé, pero este
hombre no es mi padre, ¿qué hace este hombre con los
camisones de mi
madre?." El hombre salió. Al rato, volvió a entrar y
me preguntó a
boca de jarro: "¿Usted quién es?", "El hijo, le
contesté, y¿usted
quién es?". "El esposo", me contestó. Nos miramos y
comprendimos que
algo raro estaba pasando. "¿Cuál es su apellido?"
inquirí. "Stella",
dijo y la cosa se aclaró. Yo había estado una hora
atendiendo a la
esposa de ese señor que, luego de morirse de risa,
me dió las gracias
por atender a su mujer. Yo busqué a mi madre y me
enteré de que, por
ser de la obra social de los jubilados, estaba
anotada por el
apellido de soltera. O sea Martelli. Yo pregunta por
la señora de
Estrella y ellos entendían Stella. Cuando la
encontré estaba
realmente grave y casi se muere de la risa cuando le
conté lo
sucedido.

Jorge Luis Estrella

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